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NERÓN HA RESUCITADO Y SE HA PERSONIFICADO EN PEDRO SÁNCHEZ QUE MIRA DESDE “LA MARETA” COMO ESPAÑA ARDE
Por Carlos Aurelio Caldito Aunión Foto/Voz Ibérica.
El incendio de Roma: lección histórica para despistados y víctimas de las leyes educativas progresistas.
En el verano del año 64 d.C., Roma sufrió uno de los desastres más célebres de la Historia. El gran incendio se inició en la noche del 18 al 19 de julio —algunos historiadores dicen que la noche del 19 directamente— y arrasó la ciudad durante al menos cinco días. Según Tácito, cuatro de los catorce distritos romanos fueron completamente destruidos y otros siete quedaron gravemente dañados. Monumentos sagrados como el templo de Júpiter o el hogar de las vírgenes vestales fueron pasto de las llamas.
Lo más relevante del gran incendio no fue solo la destrucción, sino sus consecuencias. La historiografía cristiana señala este hecho como la raíz de la primera persecución contra los cristianos: Nerón los culpó de provocar el fuego y muchos fueron ajusticiados brutalmente. En el espacio liberado, el emperador construyó su Domus Aurea, un palacio de proporciones desmesuradas y lujo extremo, símbolo de su megalomanía y de su deseo de rehacer Roma a su imagen y semejanza.
Nerón resucitado en La Mareta
Tal cual si fuera Nerón resucitado, Pedro Sánchez observa desde su retiro dorado en La Mareta, deleitándose, embelesado, transfigurado… mientras España arde. Nerón tocaba la lira mientras Roma se consumía; Sánchez, protegido por la distancia geográfica y mediática, contempla los bosques calcinados, los incendios urbanos, las economías tambaleantes y la moral pública erosionada, convencido de que siempre habrá culpables externos.
Nerón acusó a los cristianos. ¿Pedro Sánchez culpará a VOX, al cambio climático, al calentamiento global… o al General Francisco Franco? Tal vez se esté cumpliendo lo que algunos llaman la “maldición del Valle de los Caídos”, por la exhumación de los restos de Franco y José Antonio.
El espejo mágico del guapo
En su versión moderna de la madrastra de Blanca Nieves, Sánchez se planta cada mañana frente a su espejo mágico —o frente a sus asesores— preguntando: “Espejito, espejito, ¿quién es el más guapo del reino?” El espejo, prudente y servil, responde lo que él quiere oír, mientras oculta que el reino arde y las brasas ya se comen los cimientos de casas, bosques y expectativas ciudadanas.
¿Acabará Sánchez saliendo de su retiro lanzaroteño para comparecer ante las televisiones amigas y declarar solemnemente que está muy, muy, muy preocupado —perdón, enamorado— y que se tomará unos días para reflexionar? ¿O esperará a que los incendios se extingan para desplazarse y marcar paquete en plan divo, con mirada heroica, gesto calculado y camisa remangada? Nerón tocaba la lira; Sánchez hace pasarela sobre las cenizas.
Entre accidentes y sorpresas políticas
Cuentan que Nerón, movido por la ambición de rehacer Roma, envió a hombres disfrazados de borrachos para prender fuego a la ciudad, mientras él tocaba la lira desde el Palatino. En España, la historia contemporánea ya conoce precedentes de cómo los eventos traumáticos pueden alterar el rumbo político: los atentados del 11-M en 2004 voltearon la voluntad popular y llevaron a Zapatero al poder.
Uno no puede evitar preguntarse: ¿apostará Sánchez por otro “accidente” o “shock” que, convenientemente explotado, revierta su tendencia en las encuestas y le permita presentarse como salvador de la patria, de la democracia… o de sí mismo? La línea entre la desgracia fortuita y la catástrofe útil es tan fina como la paciencia del ciudadano medio.
España ardiendo: literal y figuradamente
Los incendios forestales de este verano son apenas un símbolo de la gran hoguera nacional: inflación que devora salarios, energía convertida en lujo, inmigración descontrolada, corrupción institucional y una justicia cada vez más dependiente. Mientras todo arde, Sánchez sonríe para las fotos, redacta decretos vacíos y cultiva la imagen del líder impoluto.
Su parecido con Nerón es inquietante, salvo por un detalle literario: hay quien sostiene que Sánchez no es Nerón, sino el Dorian Gray de la política española, que habría firmado un pacto con el diablo para conservar la eterna juventud y su porte fotogénico, mientras el verdadero retrato de España se pudre en algún sótano del Palacio de La Moncloa.
La “Domus Aurea” Sánchez y el deseo inconfesable
¿Dónde erigirá Pedro Sánchez su particular “Domus Aurea”? ¿En una colina desde donde pueda contemplar el país ardiendo, como Nerón sobre Roma? ¿En un parque natural calcinado, para demostrar que España renace de las cenizas… aunque la reconstrucción real quede para otro gobierno? ¿O sobre la linde de comunidades gobernadas por la oposición, para poder culparlas de no haber evitado la tragedia mientras inaugura su palacio y su busto en mármol? Incluso es posible que prefiera La Mareta, convirtiendo su residencia de descanso en la primera “domus oficial” con selfie incluido y “tumbao” calculado para las cámaras.
El antojo de Sánchez, siguiendo la promesa de “mihenmano Guerra”, es conseguir que España no la reconociera ni la madre que la parió. Posiblemente esa España incendiada, ardiendo, en llamas, vaya en esa dirección: obedeciendo su deseo inconfesable de rehacer, diseñar y reconstruir el país según sus sueños locos. Nerón lo hizo con Roma; Sánchez lo sueña con España.
Advertencia final
La Historia enseña que los imperios caen no solo por las invasiones, sino por la vanidad y la ceguera de sus dirigentes. Nerón acabó suicidándose, abandonado por casi todos. España, sin llegar (por ahora) a ese extremo, parece encaminada hacia un colapso político y social mientras su presidente, entre selfie y selfie, deja que las llamas —reales y simbólicas— hagan el trabajo.
Y así, como entonces, el espectáculo continúa: mientras Sánchez toca su lira moderna desde La Mareta, España arde. Y no hay Domus Aurea, ni sonrisa fotogénica, ni cámara amable que pueda ocultar el olor a humo.
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Nerón ha resucitado y se ha personificado en Pedro Sánchez que mira desde “La Mareta” como España arde – VOZ IBÉRICA (nueva epoca)
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